La primogénita de la primavera.


Prímula - Bedats lili - Primula vulgaris.

En estos días de febrero la primavera asoma la patita por debajo de la puerta. Para el paseante poco cuidadoso, sin embargo, quizá las cosas pasen desapercibidas; no así para los que escuchamos y caminamos sin prisa por bosques, linderos y riberas. ¡Ya están tapizando los suelos las prímulas!

En la Edad Media a esta planta se la llamó “prímula veris”, o sea, la primogénita de la primavera. Ahora este nombre se utiliza para denominar a otra de las muchas especies de prímulas que engalanan nuestros campos y bosques. En euskera se le llama bedats-lili (lirio infantil), San Jose lore goiztiar, San Jose lorea, o incluso udaberri lore goitziar (flor tempana de San José o flor temprana la de primavera).

Pero no solo amanecen las prímulas en estos días; los ciruelos, los cerezos silvestres y varias especies de espinos ya muestran sus flores descarados. Todos ellos tienen unas preciosas flores blancas, amarillas o rosáceas, delicadas y efímeras.

Los amaneceres ya son verdaderas sinfonías. Los mirlos, aún de noche, llaman al sol con la flauta de sus siringes. Pronto se les unen los zorzales, y el paisaje crepita por doquier con el chasquido de decenas de petirrojos. Los carboneros y los herrerillos son un poco más dormilones, pero ya antes de la salida del sol, con las primeras luces del alba, ya entonan sus cantos repetitivos y agradables. Me faltan los chochines durante estos días. Dentro de unas semanas su canto será el más notorio en los amaneceres rojos, pero ahora se les oye poco, aún se muestran perezosos o es que quizá no se fían de la primavera, a veces tan traicionera.

Están también los ríos de amores ruidosos. Los martines pescadores van y vienen entre raudos vuelos fugaces al ras del agua, chillando de amor. Y los mirlos acuáticos desgranan sus cantinelas enamoradas y revuelan los ribazos con su corpachón regordete para abalanzarse sorpresivamente al agua y desaparecer durante unos segundos bajo la superficie.

Ayer oí entre la arboleda el primer tableteo inconfundible: también los pájaros carpinteros se han unido a la fiesta. Mientras el pico picapinos tamborilea sobre el viejo roble, el pito real relincha sin parar por la espesura. Habrá que estar atento, sus parientes el pico menor y el picamaderos negro acudirán pronto a la cita sonora de los panoramas de mi tierra.

Ya no hay excusa. Pese a la temperatura, pese a la lluvia, el sol empieza a imponer su ley y mueve su batuta al son del renacimiento. Es hora de ir despertando del letargo. Y aunque siempre habrá un rincón para los amos de la noche y los cantos del cárabo y del búho real seguirán adornando los sueños entre el crepúsculo y la alborada, el Mundo ya comprendió que por fin ha florecido la primogénita de la primavera. 

Juan Goñi

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