Nieve y niños.



 Unax y Martín, aprendiendo a ser "hombres de provecho".

¡Ah! Y no te olvides de los cachorros. Los cachorros que conozco, incluidos los humanos, pierden literalmente la cabeza cuando juegan con la nieve. Y los adultos se vuelven niños. Y los niños, cachorros. 

Nieve y niños, niños y nieve… parece que la nieve está hecha para los niños. O quizá los niños para la nieve. El invierno se vuelve una fiesta en presencia de la nieve. Incruentas batallas de bolas de nieve, vertiginosos descensos en trineo, o sobre un humilde trozo de plástico, o sencillamente revolcarse por el suelo y dibujar ángeles en la superficie helada. Fiesta, juegos, diversión…

Pero lo mismo ocurre con las olas del mar, o con un prado verde y fresco de mayo, o con la arena de una playa limpia, o con el barro, los charcos, la lluvia… La Naturaleza y sus fenómenos son fiestas para la Vida (y por lo tanto para los niños, que aún saben de eso), aunque en los informativos se nos presenten como amenazadoras y adversas condiciones para la vida (para la vida en esta sociedad en la que remamos constantemente en contra de la corriente). ¡Alerta! ¡Va a hacer frio en enero!

Aquellos niños se lanzaban con su trineo por las laderas del hayedo nevado. Más abajo, otros niños acudían a “karate”, o a clases particulares de inglés, o a su entrenamiento semanal de futbol, o jugaban a la “play”. Alguno, incluso, tenía cita con el psicólogo para tratar su síndrome de hiperactividad. Los papás y las mamás llevaban una mañana de locos, sin encontrar sitio para aparcar, o sudando tinta en la selva de las rebajas recién inauguradas. Casi nadie recordaba que en las montañas estaba el mejor (y además gratuito) parque de atracciones del momento.

Porque casi siempre es fiesta en la Naturaleza si aprendemos a remar junto a ella. Cuando las condiciones son extremas (como lo hacen los animales y las plantas) buscar refugio y esperar. Cuando las condiciones mejoran, salir, explorar, jugar, disfrutar. Remando junto al viento, junto a la nieve, junto a la lluvia; avanzando junto al invierno cuando toca, o junto a cualquier otra estación. Y dejar el kárate aparcado (ya está bien de sacudirse), y olvidarse del futbol porque uno se divierte más jugando al balón (¿conoces la diferencia?). Y abandonar el inglés porque es más importante aprender a escucharse y a entenderse que aprender a hablar sin callar. Y dejarse de tantas y tantas chorradas en las que embarcamos a nuestros hijos.

En la foto, Unax y Martín asisten a una de las más importantes lecciones a las que todo niño debería asistir: lanzarse en trineo por la ladera de un precioso bosque nevado. Mucho más importante que conocer la diferencia entre un platelminto y un nematodo; mucho más importante que aprender a decir buenos días en inglés o en eslovaco, mucho más importante que conocer los Diez Mandamientos, o la ley de la gravedad, o la capital de Gambia.

Y mientras, esperaremos a que el “hombre del tiempo” ponga cara de circunstancia para alertarnos de que se acerca un nuevo temporal que pondrá patas arriba el orden social establecido. Si es que… ¡esto no hay quien lo aguante!  ¿A dónde vamos a llegar? ¡¡Nevando en febrero!! ¡¡A quien se le ocurre!! Y ahora, ¿cómo llevo yo al niño a judo, si no hay quien circule por la ciudad?

Juan Goñi

0 comentarios:

Publicar un comentario