Prados y manzanos entre la niebla de un amanecer de abril.
Narbarte - Bertizarana - Navarra - Nafarroa.
Hacía poco que había amanecido.
La hierba alta estaba empapada de rocíos mañaneros y me mojaba las botas y el
pantalón. Hacía frio, un frío húmedo. El paisaje entero maceraba sus colores en
el agua de la alborada, y yo chapoteaba entre la campiña, lamido por el pasto, remojado
y despierto. La niebla desdibujaba las cosas, tergiversaba la realidad,
despintaba los colores y enturbiaba la luz de la mañana. Parecía diluirse el
mundo entero, evaporarse y huir hacia la atmósfera serena.
Los manzanos se inclinaban sobre
el prado, floridos, como recién duchados. Brillaban sus hojas empapadas,
titilaban gotitas de escarcha en sus comisuras y en los vértices de sus formas,
en sus ápices, en sus peciolos, en los remates de sus ramas más jóvenes. Estaba
respirando un mundo sin rebordes, sin esquinas ni rincones. Esta era la Tierra
sin ironías, sin sarcasmos, sin equívocos. Una Tierra que se desvanecía en su
propia Belleza, una amanecida de contornos confundidos y de paz desenredada.
Y entonces me dio por pensar que así
es nuestra Felicidad, esa que tanto buscamos y anhelamos; así como esta mañana
de despertares brumosos y enmarañados. La verdadera Felicidad es aquella sensación
vaporosa, casi absurda, indescriptible, de contornos imprecisos, de lindes
velados por el vaho de una mañana mojada, pacífica y perezosa. Si te fijas
demasiado en ella la pierdes; si buscas sus formas o sus orígenes se desvanece
entre el halito de tu propio aliento. Hay que paladearla en su propia incertidumbre,
disfrutarla sin vacilación y sin titubeos.
Recapacitar. Desenterrarse para
no ser tan torpe como para pensar que ya se empaparon mis calcetines, tan
mostrenco como para rumiar en la fecha o en la hora, tan ignorante como para no darme cuenta que la
vida pasa a mi lado y me sonríe. Desempolvarse y ahondarse para descubrir que
no es en los escondrijos donde se escondió la Felicidad. La dicha está a
nuestro alrededor, como la niebla de esta mañana, mientras nosotros nos
empeñamos, obstinados, en socavar la realidad para encontrarla. Obstinada la
mirada que se empeña en no perder de vista los detalles, sin soportar que es precisamente
en la perplejidad de lo cambiante en donde alguien enmascaró la realidad.
Y por
tanto la Felicidad.
Juan Goñi
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