Padre primerizo.


Camelia - Jardín de Bertiz - Bertizko loretegia.
Foto Bernardo Carrió.

Con la primavera me pasa como a esos padres primerizos, que no saben demasiado bien como se supone que han de cumplir su cometido. Es más, a estas alturas, y pese a los años transcurridos, aún no sé muy bien cuál es mi cometido.  Y así van pasando los días, entre pomadas para los golpes y pañales, entre “Dalsy” y crema para que no se le irrite el culito a nadie.

Dicen que no lloverá y de pronto cae un chaparrón que te pilla de sorpresa. Y corres de aquí para allí buscando un pañal limpio, una esponja o una bayeta para limpiar el desaguisado. Incluso a veces, cuando la cosa te pilla con el pañal en su sitio, llegado el momento descubres que no debiste pegar bien los extremos, o no debiste ajustar debidamente las gomas, porque todo se le escurre entre las piernas al mundo, y pone perdido el salón, o el vestido nuevo de la suegra que vino a fisgar, como es de ley entre las suegras.

Siempre preocupado porque no sabes si el bebé está comiendo poco o son imaginaciones tuyas; intranquilo ante unos lloros destemplados y unas pocas décimas de más en el termómetro; impaciente porque no se lanza a andar y ya debería. Nervioso y angustiado, porque no se ven por ningún lado tus desvelos, y  a veces el tiempo parece volver atrás y hacerse más invierno. Abrigas demasiado a la criatura, porque a la tarde ha salido un solecito fogoso y altanero. O le abrigas demasiado poco y estás todo el día obsesionado con que el pequeñajo se va a agarrar un constipado de órdago.

Pero en esos ratitos en los que al cachorro le da por dormir tranquilo, en esos momentos en que cierra los ojitos en tu regazo y por fin se relaja y descansa, esos ratitos son únicos. Saboreas su carita guapa de pillín, su leve aroma a infancia, su tacto suave y tibio. A veces mientras duerme aprieta con su manita uno de tus dedos, demostrándote que confía en ti, y entonces todo lo bonancible, todo lo dulce, todo lo apacible y fácil del mundo se te aparece. Y entonces todo y todos parecen tener sentido, y hasta se te olvida el último chichón, la última rabieta, la última cagada. Y sin querer, coges fuerza para lo que venga.

Juan Goñi

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