El otoño discurre delgado y suave, como el Bidasoa, que
estos días, casi descarnado, exhibe su esqueleto de cantos rodados. Ingenioso
este otoño, que decidió vengarse y sacar de su chistera amarilla los reflejos y
los atardeceres de otros veranos caídos. Y así, viviendo en la falacia de un
octubre que simula ser julio, van pasando los días de viento cálido y las
tardes de luces doradas. Las mañanas demoradas y las hojas que viajan recomiendan
no olvidarse que todo va cayendo con sosiego.
Atardeceres como vestigios de oro, días luminosos y tibios, acogedor
otoño en los paisajes que nunca mienten. Arde la tarde en los costados del rio,
pululan insectos en el aire que centellea, el sol amarillo reluce y deslumbra
justo antes de pintar de rojo el horizonte.
El suelo está ya fecundado con los robles del futuro y las
grullas trompetean en el cielo. Es otoño, aunque mienta… que no miente.
Juan Goñi
Un mes de Otoño oficial ya ... quien lo diria!
ResponderEliminarPreciosos texto.
Saludos camperos.
Muchas gracias Haritz, un abrazo fuerte!
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