Foto de Isidro Etxeberria. "Subiendo al Mendaur"
Y me despierto, demasiado pronto
seguramente, antes de que la mañana brote, cuando todavía no se le espera. Y
tras el café me siento ante la pantalla vacía. Y busco un aliento en la música
que me emociona; melodías que han de ser el humus, la tierra sobre la que ha de
germinar lo que escribo. Y cuando la encuentro pienso en ti, solo en ti. O sea,
en mí.
Me esfuerzo en meterme en tu
corazón, en tus sueños y en tus miedos, en tus necesidades, en tus ausencias.
Quiero averiguar dónde te duele, y plantarte un beso; justo ahí. Acunar tu
ánimo, acariciar tu esencia, limpiar con cuidado cada arañazo aunque escueza.
Y eso es solo porque te quiero.
Y te cuento.
Y hacemos juntos un castillo de arena
con mis tierras y tu mirada, con los anhelos y con la emoción. Un castillo que
no tiene murallas sino paisajes. Y surgen montañas y árboles, y petirrojos que
trinan, arroyos que cantan y amaneceres. Yo te di los pinceles, y tu pintas
tras tu mirada. Amistad entre almas que trabajan juntas para no olvidar lo
esencial.
Vivir es magullarse. Más aun para
aquellos que decidimos despojarnos de armaduras y disfraces. Así que
aprovechamos para lamernos las heridas. Sabor a sangre en las palabras, sabor a
enjundia y a identidad.
Tú y yo, con el desayuno aun en
la boca, casi en pijama, preparándonos para afrontar el día. Tú y yo solos, en
la intimidad de nuestras propios destierros. Hablándonos casi al oído para no
despertar al sol. Y tus ojos que imagino, recorriendo cada sílaba, acariciando
mis palabras como se acaricia un paisaje. Te metes en mi médula, escarbas y me
entiendes.
Coincidimos un ratito en cada
amanecer, desguarnecidos. Compartimos sentimientos y emociones. Nos acompañamos en la más estricta intimidad.
Y aún tienes tiempo de mandarme unas palabras, aunque la prisa empieza a
conquistarlo todo. Y entonces sé que me has oído. Se dibuja una media sonrisa
en mis facciones dormilonas. Y saltamos los dos al día que viene, con un poco
más de ayuda, con un poco más de aliento.
No sabes cuánto necesito tu
presencia. Aunque solo sea para seguir
ambicionando la esperanza.
Para ti, mi amado lector
desdibujado. Para esa persona que eres, de la que apenas conozco tu nombre
junto a un comentario; quizá una foto. Para ti, que inviertes unos minutos de tu
amanecer para leer entre mis palabras. Hoy más que nunca quería agradecértelo todo.
Me gustaría contestarte cada mañana para que sepas que leo tus comentarios, que
me llega el cariño que dibujas, que me caliento al calor de tu amistad, y por
eso no me congelo en estas mañanas en las que el sol no es suficiente.
Gracias de corazón por estar ahí siempre. Sin ti mis
palabras no tendrían destino, no tendrían sentido. Te agradezco que me hagas
saber que, a pesar de todo, aún estoy vivo.
Y ahora, déjame que arrime mis
manos entumecidas al calor de tu mirada. Hoy creo que ambos necesitamos un
abrazo. Así que acércate un poco más antes de que salga el sol.
Juan Goñi
qué bonito...Por la parte que me toca, gracias...
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