Y viniste al mundo de repente.



Solo tenías unas horas de vida. 
Solo teníamos unas horas de vida.
Hospital Virgen del Camino,
Pamplona, 21-02-2009

Y viniste al mundo de repente, a eso de las dos de la tarde, hoy hace seis años.

¿Sabes? Para los papás los hijos vienen de repente. Las mamás notan como os formáis en su seno. Notan como crecéis, notan vuestras piernecitas moverse ahí dentro. Pero los papás somos meros invitados en este milagro. Y un día aparecéis de repente.

Saliste de mamá ensangrentado y de un color levemente azulado que me asustó un poco. Enseguida empezaste a llorar enérgicamente. En pocos segundos  una enfermera te limpió y te puso un diminuto pañal, te abrigó con una mantita y te trajo a mí, y poco a poco desjaste de llorar. Mamá nos miraba desde la camilla, emocionada, mientras la atendían. Y tú, casi por sorpresa en mis brazos. Allí, entonces, no cabía más amor. Y yo, impresionado por lo que acababa de ver, estremecido, asombrado; embelesado por tu presencia junto a mi corazón. Te aseguro que tardé varios minutos en ser consciente de lo que acababa de ocurrir. Fueron, sin duda, los instantes más felices de mi vida.

Fuimos a casa y pronto empezaste a sufrir aquellos malditos cólicos. Solo el pecho de mamá calmaba tu malestar. Y cuando mamá, agotada, se iba a descansar, entonces yo solo podía pasearte. Ir y venir contigo en brazos por aquel pasillo de nuestra casa de Pamplona, cantándote, hablándote, buscando una postura que evitara tu molestia.  Y te ponía música que aun hoy pienso que te apaciguaba: el segundo movimiento del concierto para piano “Emperador” de Beethoven, o una bella nana de Diana Navarro, que se titula “Mi niña Tadea”. Caminamos muchos kilómetros juntos, hijo mío. Y así pasamos aquellas primeras noches de tu vida, que también fueron las primeras noches de mi vida.

Después el tiempo ha pasado tan rápido que se me enredan los recuerdos. Tus primeros baños en aquella bañera azul. Cambiarte el pañal, que siempre fue para mí un sorprendente regocijo. Tus primeras sonrisas, tus primeros pasos, tus primeros balbuceos, la primera vez que me pareció oírte decir “papá”.  Y el primer día que fuiste al cole. Y el día que aprendiste a andar en bici. Y el primer día que te lanzaste a la piscina. Durante seis años todo han sido primeras veces, Martín, hijo mío. Porque todas tus primeras veces han sido también  mis primeras veces.

Ahora duermes ahí al lado, y en medio de estas palabras me he acercado a tu cama a oler tu sueño, a mirar tu carita que descansa, a acariciarte el cabello, a arrullarte con mi mirada, a  amarte como a nadie mientras sueñas. Y mañana, o sea, hoy, es tu cumpleaños.

Iremos al cole con un bizcocho que ha hecho mamá, seguro que delicioso. Y hoy tus “amiguicos” te cantarán el “Zorionak zuri”. Y quiero que sepas que también es el cumpleaños para mamá y para mí. Porque nuestra vida empezó con tu nacimiento. Y hoy, entre regalos y sonrisas, compartiendo la felicidad de un niño que cumple seis años, tendré que tragar saliva para no emocionarme como un tonto.

Sueña y descansa, Martín. Papá está aquí.

Ayer me dijiste que de mayor querías ser pajarero, como papá. Y ahora, al recordarlo, me conmueve tanto amor. Porque desde ese 20 de febrero de 2009 has sido, eres y serás lo más transcendental que me ha pasado, lo más esencial de mi existencia, la verdad sustancial de mi presencia en este mundo. Eres, mi amado hijo Martín, lo mejor de mí mismo.

Y ahora, descansa. Algún día quizá leerás esto y no entenderás nada, porque solo cuando se es padre se aprende a ser hijo. Y cuando seas padre lo entenderás todo. Mientras tanto confía en mí.

Duerme, Martín. Hoy es tu cumpleaños. Hoy papá esta ¡tan orgulloso de ti! Hoy papá es el papá más feliz del mundo.

Felicidades hijo mío. ¡Te quiero!

Tu papá.

Aquella música que te apaciguaba:


Beethoven, Adagio del concierto para piano nro. 5 "Emperador", 

Director, Leonard Bernstein, 
Al piano Krystian Zimerman.
 Orquesta: "Wiener Philharmoniker".




Diana Navarro, "Mi niña Tadea"

0 comentarios:

Publicar un comentario