Gallo o gallina.



 Amanece tras el Larrun. Por Isidro Etxeberria.

Hoy sale el sol entre brumas, en las calles mojadas, en los charcos, sobre los tejados brillantes. Hoy sale el sol, pero solo lo sé porque me llega su luz, porque me llegan, desde más allá de mi ventana, los verdes de los bosques, los tenues colores del mundo. Y el cielo gris, y las farolas lustrosas, aun encendidas y los tonos fríos de un amanecer sin convicción; casi sin fe.

Hoy sale el sol, también hoy. Y por eso el gallo canta más fuerte que nunca. Para que no se te olvide. Quizá él ve más allá de las nubes. Quizá alguien le cuenta las cosas que pasan en las alturas del mundo. Los gallos saben mucho de alboradas. Quijote madrugador, cantamañanas, ingenuo galán y paladín de todas las auroras.

Sacaremos el sol, pero deja que descansen los sueños un poco más. Deja que se beba el mundo el sudor de las nubes grises. Y deja que agosto dormite un rato más, para que nada se agoste aún. Ni los prados, ni los ríos, ni los bosques ni tampoco tu mirada. Cuatro días de agosto. Todos veraneando; todos menos las nubes, menos el gallo, menos mi afán y mi esperanza; menos tu mirada asombrada. Todos veraneando menos el sol, aunque se esconda.

Alguien dijo alguna vez:
“Hay dos superpotencias en el mundo. Una es Estados Unidos. La otra eres tú.”
Y se lo aprendió muy bien el gallo, y por eso se cree Emperador de las Amanecidas, sin ejército y sin trono, sin fatiga. Rodeado de sus gallinas, tan dormilonas, tan descreídas, tan posibilistas, tan razonables… tan sensatas.
A veces gallo, a veces gallina, mis entrañas aun no han decidido que ropa ponerse hoy; como el cielo. Y ahí me encuentra el día, con la mirada perdida en el interior del armario de la ropa, con los ojos aun llorosos de tanto soñar, sin saber muy bien, ni yo ni el sol, que traje ponernos.

Por de pronto me calzaré las botas de andar por los bosques. Gallo o gallina, eso siempre es apostar sobre seguro.

Juan Goñi

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