Mi amigo Bitxo.




 Bitxo

“Bitxo” me mira con esos ojitos inteligentes, como preguntándolo todo. Y después vuelve a correr entre la hojarasca, entre un estrépito de hojas que vuelan. Al ratito se para en seco de nuevo, olfatea el aire fresco, otea entre las hayas buscándonos, y cuando se cerciora de que todos seguimos aquí, sigue su carrera desaforada, sus requiebros, sus juegos locuelos a la débil luz de la mañana.

“Bitxo” no hace mucho que cambió de vida y de nombre. Antes convivía con el miedo, que aún le acosa de vez en cuando. Ahora le quieren más y mejor. Recibe caricias y palabras dulces, y va recuperando despacito su confianza en las personas. Ya casi no tiembla.

A “Bitxo” no le gusta la comida de perros, como tampoco le gustaba su vida de perro asustado. Suplica un trocito de pan, lloriqueando mimoso y revolviéndose entre nuestras piernas cuando almorzamos. Me agacho y le acerco una chuchería. Y él se arrima cuidadoso, mirándome fijamente con sus ojitos como canicas, y me arranca suavemente el pedacito de comida de la mano, despacito, como no creyéndose del todo su suerte. Y después se aleja un poco para comer tranquilo. Y enseguida regresa a por más.

Hace poco que conozco a “Bitxo”. Tratamos de hacernos amigos. Tendremos que darle tiempo al tiempo, pero yo diría que lo estamos consiguiendo.

Juan Goñi

0 comentarios:

Publicar un comentario