Los primeros estertores de la primavera

 Gaztelu, Malerreka, Navarra-Nafarroa.

Los amaneceres van madrugando cada vez más y pintan pronto de azul el mundo. Se suman cada vez más intérpretes al concierto matutino. Al gallo, casi solista hasta hace poco, ayer se sumó el zorzal. Hoy escucho al fondo al chochín y un herrerillo se ha acercado a mi ventana para que no me olvide. Las calles levemente mojadas y las farolas que se apagan antes. Las nubes amenazadoras, por todos lados, hacen del cielo un tapiz de grises y marinos.

El bosque despierta poco a poco. Las prímulas conquistan los lindes y taludes. Los eléboros, los narcisos y algunos dientes de león le sacan los colores al suelo. Los almendros y los ciruelos se van pintando de blanco; los avellanos hacen llover sus flores, chaparrón quieto de miel de las tardes desiertas. La mimosa junto al caserío hace días que luce su esplendor amarillo limón. Los fresnos, hojadizos ya, van tornándose verdes si los miras desde lejos. Ayer me encontré el pellejo de la cuerna de un corzo, señal inequívoca de que ya culminaron con la muda de su pequeña cornamenta. A partir de ahora será un poco más fácil verlos. Después esconderse en lo profundo del bosque durante los meses oscuros, asoman ahora por los claros, más confiados.

En las alturas cantan sin pausa los petirrojos, los chochines, los carboneros, herrerillos, trepadores azules, agateadores, reyezuelos, zorzales, mirlos, mitos… la sinfonía del bosque comienza su periodo más coral y masivo; totum orquestal que me aturde. Los pájaros carpinteros golpean ya sus tambores de amor; el viejo roble, y el sauce junto al rio, y el haya montana vibran con el martilleo del pico picapinos, del pico menor o del picamaderos negro. Chilla por doquier el pito real, relincho sorpresivo de este caballito verde que vuela.

Las noches son de las lechuzas. Cruje y chasquea, raspa y chista la bruja blanca desde el campanario de la vieja iglesia. Cruza el cielo nocturno acomodada en el silencio total de su vuelo de fantasía. Las noches son de Orión, el cazador de las sombras, tan brillante cuando entre las nubes lo descubres, titilando, tan fijo y tan quieto, tan soberbio, tan sideral.

Son los últimos días de febrero. La Naturaleza, aún adormilada, mueve despacito los dedos de los pies, y bosteza somnolienta. Empieza a latir más rápido su corazón de trinos y plumas, empieza a mover los ojos floridos, aun bajo el párpado de las nieblas del amanecer. Sus arterias bajan caudalosas por el valle, o se despeñan en blancas y estruendosas cataratas. Son los primeros estertores de la primavera, aun casi espejismos, aún solo anhelos. Pero el ansia de la resurrección se palpa ya entre las campiñas cuajadas de narcisos, se siente bajo la ruidosa arboleda, se huele en esta mañana casi de plomo.

Juan Goñi.

Música: Lisa Lynne - "Welcome" - Bienvenida.
https://youtu.be/qQTSreZn2SY

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