¡SED!

Últimas luces de agosto. Bertizarana. Navarra - Nafarroa.

Se acaba agosto entre reflejos dorados, entre brumas, entre verdes que se marchitan por momentos. El bosque me recibe sediento como jamás lo vi. Los siempre pequeños arroyuelos hoy se han secado por completo y los manantiales nacen lánguidos, cansados. Los musgos, aun verdes, crujen bajo mi caricia cuidadosa. Los robles me muestran su sed tornándose ocres, marchitando sus hojas, dejando caer sus bellotas que aún no maduraron. Ayer vi un abeto que dejaba caer sus brazos como hacen los sauces llorones, sofocado de sol y viento sur. Los fresnos otrora orgullosos, se inclinan rindiéndose a la evidencia. Las hayas poderosas, tan abatidas. El sendero está ya cuajado de hojarasca que cruje a mi paso. Hojas de las hayas, de los robles, de los espinos, de los alisos… otoño precipitado, urgente, enfermizo. Mi bosque tiene sed. Se deshidrata. Su apremiante necesidad de agua se dibuja en su rostro reseco. ¡Quién lo diría! Bertiz, el bosque que habitualmente destila agua por cada uno de sus poros, hoy tan desabrido.

Mis pasos levantan polvo en el sendero. El silencio de hoy me sabe a talco, a calor, a angustia. Y el cielo plomizo que no se decide a saciar a nadie, impasible. Se frustra la esperanza de un otoño bonancible, lleno de hayucos y bellotas. Parece inevitable la derrota ante tanta carestía de agua. Las penurias parecen multiplicarse y el calor vuelve a amenazar según anuncian, inconmovibles, las predicciones.

Me prometo a mi mismo nunca más quejarme ante la lluvia.

Hoy el bosque me enseñó una nueva cara. Siempre aprendo en el bosque cuando aprehendo el bosque. Cantan los papamoscas recién llegados, con ese sonido a cerrojo que se abre, y saltan constantemente de sus ramas para capturar insectos que vuelan. Los trepadores azules pían desde lo alto y un joven petirrojo salta entre las piedras del arroyo reseco. El bosque, aun abatido, tiene a bien regalarme esperanza. ¿Hasta donde llega la belleza de tu alma?

Esperaré la lluvia compartiendo tu ansiedad. Si te vas, me voy contigo. Irnos juntos, ese es mi deseo. Hasta el otoño. O hasta la muerte.

Juan Goñi

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