Grullas, los corceles del viento...



Y vuelves, ya vuelves. Mientras el horizonte estalla en mil colores, mientras se pone el sol tras el Mendaur, mientras la tarde agoniza entre mil fulgores de bronce. Regresas a mis cielos grises, fríos y otoñales. Cumples tu promesa antiquísima de volver, una vez más. Tu trompeteo me llega de lejos y recorro el cielo con mi mirada para encontrarte, para descubrir esa flecha que mira al sur, para concurrir con tu vuelo y para navegar contigo otra vez. Me monto en tu grupa gris y cabalgamos juntos en busca de la primavera. Yo, jinete libre y osado; tú, corcel del cielo, que me evades y te evades de la oscura mirada de la noche. Cierro los ojos y oigo la nube que son tus compañeras de viaje a mí alrededor. Y remonto con vosotras hasta el fin de los días, aullando libertad entre tus alas inagotables. Los ojos fijos en el atardecer que salta en pedazos mientras cruzamos bosques sin fin, y mares rojos, desiertos y montañas, y fronteras, ¡todas! Y no quiero, no quiero despertar de mi locura. Y me aferro a tu lomo de perla, suave como el terciopelo, y dejo caer mi cabeza en tu cuello, y encaro el futuro desde tu mirada de dulce lucidez. Y el fragor de mil llamadas junto a mí, griterío que nos embravece, y el viento libre en la cara que recibe con euforia los últimos rayos del Sol. Y nos vamos, ya nos vamos, todos juntos, mientras la noche se cierra a nuestra espalda y el invierno avanza iracundo desde todos los nortes del mundo. Y me muero de emoción al saberme volando tan alto, tan alto, tan alto… con vosotras, para siempre jamás… Coronando las alturas del cielo… rodeando con tus brazos, con mis alas, el planeta para que el frió no se lo coma.


Grullas… mis amigas del viento, mi mirada viajera y mis fantasías vuelan perpetuamente con vosotras entre los bosques del cielo.

Juan Goñi.

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