Invierno maternal.


Bosque de Artikutza, Goizueta, #Navarra, #Nafarroa

Ineludiblemente el otoño va dejando paso al invierno. Se va dejando el cadáver entre las costuras del tiempo; se le van cayendo las entrañas en los senderos y en los mil meandros de mi vida sinuosa. Marcha el otoño, a veces como un reo, a veces como un ágil bailarín, hacia el patíbulo. Y nos arrastra a todos, en su vasta nostalgia, al reposo y a la paz inmóvil del desmayo invernal.

Mi bosque, aturdido, guarda silencio. Va poco a poco buscando acomodo entre los días cortos, entre los largos ocasos de diciembre. Se recoge en un ovillo de dulce sosiego. Le hago cosquillas con mi bastón en la hojarasca mientras recorro sus venas y navego por su sangre derramada y volandera. Y a veces un bandito de aves le revuelve el cabello casi acabado, y con su trino de cascabel, me recuerda que esto no es el fin de nada, sino el principio de todo.

Pero mis ojos vuelven a recorrer la espesura mortecina, y mis oídos siguen deleitándose con la mudez apasionada de mi Madre que se apaga. Y el viento le roba las últimas hojas que vuelan. Y susurran las hayas la primera música del mundo: la brisa entre los limpios espacios del bosque.

Y una intensa melancolía llega de todos los horizontes, anegando pupilas, tímpanos, corazones. Y detengo mis pasos para sentir lo que siente el bosque mientras se duerme, mientras se va, mientras se entierra. Y entonces la presencia de su muerte momentánea se me aferra al pescuezo y aprieta fuerte. Y me permito llorar entre las hayas desnudas, para que mis lágrimas viajen, como las hojas derramadas por doquier, hasta la primavera, que ya crece, recién concebida, en el útero oscuro y cálido de mis bosques y de mi alma. Y pese a las lágrimas, sonrío, y se me ilumina el alma, porque hoy sentí, quedamente, bajo mis botas, bajo mi piel, los primeros latidos de la primavera fetal y acurrucada, en el vientre profundo y blanco del invierno maternal.

Y entonces abro en canal mi corazón para que el invierno me entre hasta la médula, ser así partícipe del milagro invernal de la gestación helada de una nueva primavera.

Juan Goñi.

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