Silencio de raíces. Silencio de alas.





Silencio, silencio de raíces profundas. Solo el viento zarandeando las copas de los árboles, solo el lejano fragor del viento, rugiendo como el mar. Silencio de paisajes en blanco y negro, apagados de frío. La vida se esconde aún y el invierno muerde despiadado su propia agonía. Silencio de introspección, silencio dentro. Camino entre los estertores de la estación oscura, mientras las últimas hojas del ya casi olvidado otoño se revuelven de caos y confusión en la vereda y vuelan y se arrastran, como si buscaran huir del laberinto. El alma se aferra fuerte al leve color de las primeras prímulas, al lejano reclamo del pinzón que se sostiene azaroso a la rama sacudida y danzante. Los árboles crujen angustiados y dolientes ante los últimos embates de la tempestad, y lo que vive se calla, se sostiene firme, o se esconde entre las raíces del silencio.

Silencio, silencio de alas vivarachas y despiertas. Mil trinos lo deleitan todo en lo profundo de la arboleda. Flores blancas, fucsias, amarillas y violetas escalan por las ramas ya hojadizas. Flores humildes, como la de los avellanos, catarata de miel y atardeceres. Flores orgullosas, como el narciso bajo el haya. Flores escondidas que ahora asoman, como las clandestinas, uñas moradas que surgen al pie del anciano castaño. Flores invisibles en el rusco pinchoso, en el acebo pródigo, filántropo de aves, generosa despensa y cálido hogar. Silencio en la tarde opulenta de calor y sol. Cantan y vuelan libres los pájaros azules del bosque. Planean en silencio los milanos, y tras de ellos el cielo azul y limpio. Silencio sigiloso en el deshielo montaraz; gota a gota, el monte pare arroyos. Silencio atronador de cascada y arroyo alborotado. Silencio sin pausa en mi casa,  alborozada y bulliciosa. La vida resurge excitada e inquieta, inundándolo todo, en medio de su estrepitoso y sutil silencio de alas revividas.

El silencio del invierno es de raíces. El silencio de la primavera es de alas. Y ahora conviven los dos, tan perseguidos, tan amenazados, tan codiciados por mi alma en transición. 

Juan Goñi

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